Autismo en niños: ¿cómo detectar los primeros signos?

Si bien es difícil diagnosticar con certeza un trastorno del espectro autista en los bebés, existen signos que se deben detectar para un tratamiento temprano. Veamos los comportamientos que deben alertar de un posible autismo en niños.

La observación de los primeros trastornos del autismo siempre se produce antes de que el niño cumpla los 3 años. Recordemos la importancia del diagnóstico precoz para un tratamiento óptimo.

El objetivo de Autismo.Online es, también, “apoyar a las personas que acompañan a un niño autista en los diferentes entornos que encuentra y así permitir que los niños autistas florezcan, se adapten y progresen con confianza”. Este sitio dedicado a los padres de niños autistas y maestros también está dirigido a los profesionales de la salud y, en particular, a los trabajadores de rehabilitación. Después del diagnóstico, nos dimos cuenta de que había muy pocas cosas que existían en términos de recomendaciones.

Autismo: primeros signos visibles desde el nacimiento

Los primeros signos del autismo, es decir antes de los tres años, son signos que a veces todavía son mal entendidos. Hay demasiada espera entre el momento en que empezamos a preocuparnos y el diagnóstico, por no hablar de la atención.

Para diagnosticar el autismo, habrá dos elementos principales:

  • trastornos de la interacción social recíproca y la comunicación,
  • intereses restringidos y comportamientos repetitivos.

El trastorno del espectro autista (TEA) es un trastorno que está presente desde el nacimiento y será más o menos visible durante los primeros meses de vida. Entre los 0 y los 6 meses tendremos actitudes en estos bebés que pueden sugerir autismo. No estamos hablando de un diagnóstico de trastorno del espectro autista, pero son señales de alerta. Si no diagnosticamos a un niño de seis meses, vamos a monitorear signos que puedan sugerir dificultades en el desarrollo.

Síntomas: bebé demasiado callado, ausencia de balbuceo

Entre 0 y 6 meses

Por ejemplo, un bebé de 0 a 6 meses que está demasiado callado o demasiado inquieto, que no balbucea, que tiene poco contacto visual, puede ser considerado como un bebé para observar si presenta riesgos de trastornos de la neurodesarrollo.

También se puede citar la falta de interés emocional o social. Muchas veces en los bebés que crecerán y confirmarán este trastorno autista, nos daremos cuenta de que eran bebés mucho más interesados ​​en juguetes y objetos que en personas. Se trata de niños que mostrarán muy poco interés por el mundo exterior y no serán insensibles a su entorno. Por el contrario, también pueden ser demasiado sensibles a ciertos ruidos tan banales como una gota de agua en el fregadero.

Entre 6 y 12 meses

Entre los 6 y los 12 meses, podemos ver aparecer en el niño comportamientos ligeramente extraños con manipulación repetitiva o estereotipada de objetos. Si no es preocupante cuando es puntual, si es muy repetitivo, que se vuelve invasivo en el día del bebé, entonces hay que preocuparse.

También se pueden ver aparecer pequeños movimientos de ‘aleteo’, como si el bebé quisiera batir las alas con las manos. Si este es un comportamiento común en un niño “común”, cuando se vuelve frecuente y repetitivo, puede convertirse en una bandera roja.

Finalmente, lo que a menudo alertará a los padres, es la falta de contacto visual.

Más allá de estos comportamientos, también existen otros síntomas que pueden alertar a los padres como:

  • trastornos del sueño,
  • llanto inexplicable,
  • dificultades de alimentación (dificultades de succión y selectividad de la alimentación)

Si preguntamos a los padres sobre el desarrollo de su hijo, es posible descubrir que tiene problemas antes de los 24 meses y se podrá acompañar a la familia hacia un diagnóstico de autismo.

Esto es fundamental para la atención temprana porque cuanto antes intervengamos, más posibilidades tenemos de poder cambiar la trayectoria del niño aprovechando la plasticidad cerebral del niño antes de los seis años.

No vamos a “curar el autismo”, sino a permitir que el niño esté más adaptado a su entorno.