Los síntomas del síndrome de Asperger pueden manifestarse desde la primera infancia
El síndrome de Asperger es un trastorno del espectro autista, que implica problemas de comportamiento y comunicación, y en la interacción con otras personas. Al igual que el autismo, esta condición cae dentro de los trastornos generalizados del desarrollo.
Las causas aún no se han identificado con certeza, pero parece que en el origen de este cuadro clínico interviene la acción sinérgica de diversos factores genéticos y ambientales. El resultado es un síndrome conductual asociado a una alteración del desarrollo cerebral y mental, que provoca alteraciones en las funciones nerviosas y trastornos psicocognitivos y emocionales.
Los síntomas del síndrome de Asperger pueden manifestarse desde la primera infancia, con diversos grados de gravedad. Los afectados presentan trastornos de conducta, dificultades de interacción social y problemas de comunicación, pero de una forma más leve y matizada que el autismo.
Las personas con síndrome de Asperger no tienen trastornos del lenguaje, pero el uso y comprensión de las expresiones verbales es muy literal; durante un acercamiento, puede ocurrir una fijación anormal en un tema específico o verborrea unilateral. La capacidad de abstracción también es limitada, al igual que el uso de la imaginación. Estos déficits pragmáticos también son evidentes en la rigidez del pensamiento y en la dificultad para reconocer ironías y modismos, o para comprender metáforas y chistes.
En el síndrome de Asperger, las funciones cognitivas son generalmente mejores que en el autismo. Las personas afectadas no tienen discapacidad intelectual, pero a menudo tienen un repertorio restringido de intereses y actividades, que se desarrollan de manera maníaca hasta el punto de hacerlos sobresalir, a veces, en sectores específicos.
Las personas con síndrome de Asperger tienden a aislarse y exhiben comportamientos repetitivos, inusuales y estereotipados. A menudo, estos síntomas se asocian con vergüenza física (dificultad para aprender a caminar, poca habilidad en juegos de movimientos, tics, posturas extrañas y problemas de locomoción), falta de empatía, ausencia de expresiones faciales y respuestas sensoriales acentuadas o reducidas (como hipo o híper sensibilidad a ruidos, olores o sabores).
El diagnóstico se realiza clínicamente a partir de los 3-4 años por un grupo multidisciplinar de especialistas, que debe incluir neuropsiquiatras infantiles, psicólogos y pediatras.
Al igual que con el autismo, el tratamiento del síndrome de Asperger está representado por la terapia conductual (intervenciones educativas y psicoconductuales) y, en ocasiones, por la terapia farmacológica.
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