El diagnóstico de autismo se realiza sobre la base de la observación clínica de la persona autista
El autismo es un trastorno neuropsíquico caracterizado por problemas de comunicación, pérdida de contacto con la realidad externa, y dificultad para relacionarse con otras personas. Autismo: definición.
Esta condición es parte de los trastornos generalizados del desarrollo, que consisten en un conjunto de problemas complejos debido al deterioro de la función cerebral y mental.
Actualmente, la causa del autismo no se ha identificado con certeza, pero varios factores constitucionales y adquiridos parecen concurrir en la determinación del trastorno. En alrededor del 10-15% de los casos es posible identificar un componente genético. El autismo se encuentra, por ejemplo, en el contexto del síndrome del cromosoma X frágil, la esclerosis tuberosa y el síndrome de Rett.
La mayoría de las alteraciones encontradas hasta el momento interfieren en la correcta construcción de conexiones entre las células cerebrales (en particular en la arquitectura de algunas áreas de la corteza), lo que se traduciría en daños orgánicos en las fases de desarrollo del sistema nervioso.
Varios otros factores pueden contribuir al autismo, incluida la edad avanzada de los padres en el momento de la concepción, enfermedades contraídas por la madre durante el embarazo (por ejemplo, rubéola), prematuridad y peso corporal inferior al normal al nacer.
Otras posibles causas son la falta de ciertas vitaminas o la exposición a fármacos y sustancias tóxicas ambientales durante el desarrollo fetal.
Los trastornos del espectro autista pueden ocurrir con frecuencia en asociación con otros trastornos del neurodesarrollo, como el TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), la epilepsia y el síndrome de Tourette. El autismo afecta a los hombres con más frecuencia (3 a 4 veces más que a las mujeres).
El autismo ocurre en la niñez, generalmente dentro de los primeros 3 años de vida, e involucra problemas que pueden durar toda la vida. La gravedad de los síntomas y los patrones de presentación del trastorno pueden variar de un sujeto a otro.
Las personas con autismo generalmente tienen dificultades en la capacidad de comunicarse (verbalmente y de otro modo), en las interacciones sociales (tanto con los padres como con los compañeros) y para adaptarse al entorno.
Los niños tienden a aislarse y jugar solos, se retiran a un mundo interior y tienen intereses estrechos. En cuanto a las dificultades del lenguaje, las personas autistas pueden formular oraciones de manera extraña y usar palabras de manera repetitiva o fuera de contexto.
El uso de diversos comportamientos no verbales – como la mirada directa, las expresiones faciales, las posturas corporales y los gestos que regulan la interacción social – también pueden verse comprometidos: por ejemplo, el niño no reacciona de ninguna manera ante la sonrisa de la madre, elude el contacto ocular y presenta una aparente dificultad en el contacto afectivo.
Las personas autistas tienen una fuerte resistencia al cambio en la rutina diaria, y cualquier cambio puede desencadenar reacciones de ira y agresión. Además, pueden tener comportamientos y movimientos repetitivos, estereotipados u obsesivos durante mucho tiempo (por ejemplo, el niño se mece hacia adelante y hacia atrás, utiliza los juguetes de forma poco convencional, etc.).
Los sujetos autistas pueden tener discapacidades intelectuales (más o menos severas) y problemas de aprendizaje. En algunos casos, también pueden asociarse anomalías sensoriales (hipo o híper reactividad a estímulos auditivos, visuales o táctiles) y alteraciones en la coordinación motora.
El diagnóstico de autismo se realiza sobre la base de la observación clínica de la persona autista, según los criterios indicados en los dos principales manuales de referencia, DSM (Manual estadístico de diagnóstico de los trastornos mentales) e ICD (Clasificación internacional de enfermedades). En el diagnóstico participa un grupo multidisciplinario de especialistas, que debe incluir neuropsiquiatras infantiles, pediatras, médicos de familia, educadores, pedagogos, logopedas y psicomotores.
No existen curas definitivas para el autismo, pero hay terapias conductuales disponibles que pueden ayudar a mejorar el lenguaje, los comportamientos adaptativos y las habilidades intelectuales, especialmente si se inician temprano.
El tratamiento farmacológico puede ser indicado por el médico ante la presencia de síntomas conductuales desadaptativos, como agresividad e hiperactividad. Esto puede incluir fármacos antipsicóticos (risperidona) o estimulantes (metilfenidato).
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