Autismo: síntomas

El trastorno del espectro autista (TEA) es un conjunto heterogéneo de trastornos del neurodesarrollo. Se caracterizan por un deterioro cualitativo en las áreas de interacción social y comunicación, y por patrones repetitivos y estereotipados de comportamiento, intereses y actividades. Los síntomas y su gravedad pueden manifestarse de forma diferente de una persona a otra, por lo que las necesidades específicas, y la necesidad de apoyo son variables, y pueden cambiar con el tiempo.

Una cifra creciente

Los estudios epidemiológicos internacionales han informado de un aumento generalizado de la prevalencia del TEA. La mayor formación de los médicos, los cambios en los criterios diagnósticos, y el mayor conocimiento del trastorno por parte de la población en general, también ligado al contexto socioeconómico, son factores a tener en cuenta para interpretar este incremento.

La incidencia del autismo

En España se estima que 1 de cada 100 niños, de entre 7 y 9 años, padece un trastorno del espectro autista.

Los hombres, más afectados

El trastorno del espectro autista tiene mayor prevalencia en los hombres, que se ven afectados alrededor de 4 veces más que las mujeres.

Diagnóstico tardío

Según una investigación británica, el diagnostico de autismo alcanza un promedio de 7 años, con picos hasta los 18 años. Una investigación estadounidense similar, reveló que la edad promedio en el momento del diagnóstico era de más de 5 años de edad. Datos sorprendentes, si tenemos en cuenta que en 2021 se puede hacer mucho para identificar algunas señales de alarma que nos permitan intervenir precozmente en el trastorno del espectro autista.

El papel de los docentes

Los docentes tienen un papel muy importante, y deben estar siempre involucrados en el proceso de evaluación e identificación de las señales de alarma que permitan identificar un trastorno autista. Debemos recordar que, en la adolescencia, “la suerte no está echada”, y que se puede hacer mucho. La clave que puede abrir la puerta a las múltiples posibilidades de mejora y evolución de los adolescentes con trastorno del espectro autista es la plasticidad cerebral.

Estrategias para usar en el aula

Para motivar positivamente a los niños autistas a aprender, es necesario involucrarlos personal y activamente, para aprovechar sus habilidades tratando de mantenerse al día con la clase, y proponiendo actividades relacionadas con lo que están haciendo sus compañeros. Evidentemente, siempre estableciendo niveles adecuados de dificultad. Además, nunca debemos olvidar que el aprendizaje se estimula en entornos que se perciben como seguros, protectores y de apoyo. Es fundamental involucrar siempre al grupo de compañeros, no solo porque el estudiante autista es más estimulado por un compañero, sea cual sea su edad, sino también porque es la única forma de dar a conocer el autismo incluso a aquellos que no se ven directamente afectados por el TEA.

Centrarse en la emoción

En la adolescencia, los objetivos a trabajar son: inclusión y socialización, desarrollo de habilidades y autonomía, sexualidad. En los dos primeros, la escuela puede hacer mucho, ofreciendo un aprendizaje que vaya acompañado de emociones positivas, que quedan grabadas en la memoria y son buscadas muchas más veces. La emoción es más poderosa que el sistema cognitivo.

Trampas y señuelos

En cuanto a los métodos y estrategias para interesar a los niños con autismo en el aprendizaje, es mejor no obligarlos a hacer ejercicios de escritura o matemáticas, sino usar “trampas y señuelos” que eludan el obstáculo y los lleven a escribir o contar focalizándose en temas de su interés. El lema debería ser: “si no aprendo como tú me enseñas, enséñame como aprendo”.

El rol de los padres

Como siempre en el autismo, la participación de los padres como parte activa de las terapias es fundamental. Las terapias deben trabajarse involucrando activamente a los padres. Esta alianza es fundamental en cualquier etapa del desarrollo, incluso cuando se trata de adolescentes. Esta fase, de hecho, es muy delicada, ya que los padres comienzan a vislumbrar, no sin cierta ansiedad, la edad adulta del niño, y se preguntan sobre su futuro. Precisamente por eso, por ejemplo, es tan importante trabajar la inclusión social con los adolescentes autistas.

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