El trastorno autista acompaña a la persona afectada a lo largo de toda su vida
El imaginario común y la investigación académica ponen el mayor énfasis en el autismo en la infancia. Sin embargo, el trastorno acompaña a la persona a lo largo de su vida, aunque evoluciona con el tiempo. Veamos cómo es vivir con autismo en la edad adulta.
El trastorno del espectro autista, tal como se identifica en el DSM-5 (Manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), es un trastorno del neurodesarrollo caracterizado por “déficits persistentes en la comunicación social y la interacción social, y patrones de comportamiento, intereses o actividades restringido y repetitivos” (DSM-5, APA, 2013).
La definición de espectro del autismo identifica que la sintomatología difiere según la omnipresencia y gravedad de las condiciones clínicas, desde muy comprometida hasta un nivel de alto funcionamiento.
En el imaginario común, pero también a nivel clínico y académico, la mayor atención se pone en el trastorno del espectro autista durante la infancia, el período de aparición. De ahí los numerosos estudios encaminados a identificar los casos, problemas y posibles intervenciones.
Sin embargo, al ser una afección generalizada y de por vida, es extremadamente importante reconocer, comprender e intervenir también cuando los pacientes son adolescentes y adultos.
Autismo en la edad adulta: habilidades interpersonales
Entre las características fundamentales de los trastornos del espectro autista se encuentra la dificultad en las interacciones sociales y en la comunicación.
De hecho, a nivel comunicativo el sujeto autista no capta las metáforas ni el sarcasmo, interpretando literalmente lo que escucha. También tiene dificultad para comprender la comunicación no verbal, los gestos y otras señales esenciales para la interacción social. En la edad adulta esto podría provocar malentendidos y dificultades para interactuar en diferentes contextos: desde el amigo, conyugal y familiar, hasta el profesional.
Además, a nivel relacional, los adultos autistas tienen dificultades para comprender y poner en práctica las reglas y principios de los diversos contextos, para establecer relaciones y hacer contactos sociales. A veces, pueden mostrar desinterés por los demás. otras veces, quieren establecer relaciones, pero no saben cómo hacerlo. Esto puede implicar un comportamiento social poco funcional por un lado, aislamiento y cierre por el otro, con todo lo que sigue en términos de estado de ánimo, ansiedad y frustración.
Uno de los aspectos fundamentales es, sin duda, la regulación emocional, que es el resultado de la comprensión de los estados emocionales de los demás y el ajuste de los propios. Una habilidad que entra en juego en todas las relaciones, pero más aún en las de amistad y en las sentimentales. Esto provoca fatiga y dificultad para iniciar y mantener una relación de pareja, lo que también implica una gestión inadecuada del contacto.
Autismo en la edad adulta: comportamiento fijo y estereotipado
El otro aspecto que caracteriza a los trastornos del espectro autista es la presencia de conductas fijas, repetitivas y estereotipadas. Estas persisten incluso en la edad adulta, aunque cambian y se reducen con el tiempo.
En particular, la persona autista necesita planificar cualquier actividad con anticipación, sintiéndose muy incómoda cuando ocurren eventos inesperados. Esta condición complica la vida cotidiana, con ansiedad y activación de conductas disfuncionales.
Paralelamente, existen deficiencias en la resolución de problemas y en la capacidad de juicio, que suponen un gran desafío para el individuo ante la necesidad de adaptarse a los cambios, el crecimiento y los cambios en su condición social.
Adultos y autismo: trabajo y profesión
Aunque algunas personas autistas muestran buenas habilidades intelectuales y académicas, el acercamiento al mundo laboral suele ser difícil. De hecho, debido a las dificultades mencionadas anteriormente, se vuelve difícil ingresar en contextos laborales nuevos, especialmente cuando requieren mantenerse en contacto con superiores y compañeros, ser flexibles ante imprevistos, etc. El no ingresar al mundo laboral, o la dificultad para lograr resultados satisfactorios, pueden afectar al sentido de efectividad y a la calidad de vida en un sentido más amplio.
Sin disminuir las múltiples dificultades y desafíos que tiene que afrontar una persona autista, un adecuado apoyo terapéutico y educativo (combinado con el acompañamiento en las diferentes fases de crecimiento y cambio) puede conducir a buenos resultados a nivel relacional y profesional. Esto, ciertamente, depende de muchos factores, como:
- un diagnóstico precoz;
- el apoyo recibido a nivel individual y familiar;
- las terapias elegidas;
- el nivel de gravedad en el espectro.
Por tanto, es fundamental seguir estudiando este trastorno y activar los servicios que acompañan a las personas afectadas por autismo de año en año, ayudándolas a adquirir independencia y habilidades útiles para la vida relacional y laboral. El trabajo terapéutico y educativo no tiene el poder de hacer desaparecer las características peculiares del trastorno autista, pero sí puede atenuar su intensidad y omnipresencia, facilitando la adquisición de conductas más funcionales.
Autismo en la edad adulta
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