Recordemos siempre que las vacunas no causan autismo

Más de 20 estudios han demostrado que no existe relación entre las vacunas y el desarrollo de TEA. Las vacunas no causan autismo.

La revista cientítica Annals of Internal Medicine publicó en la edición de marzo de 2019 un estudio que prueba la ausencia de un vínculo entre la triple vacuna (sarampión, paperas y rubéola) y los trastornos del espectro autista o TEA. Realizada en Dinamarca, la investigación siguió a más de 650.000 niños nacidos entre 1999 y 2010, con entrevistas de evaluación hasta 2013.

La comparación entre el grupo que recibió la vacuna triple, y el grupo no vacunado, demostró que la vacuna no aumenta el riesgo de desarrollar trastornos del espectro autista. Los participantes fueron analizados en varios criterios, desde información relacionada con la vacunación general (triple y otras) y diagnósticos confirmados de TEA, hasta el historial médico del niño, factores de riesgo ambientales asociados al autismo, y el análisis de casos de autismo en la familia.

El estudio que relacionó las vacunas y el autismo fue rechazado por cargos de fraude

Este es uno de los más recientes estudios que reafirma que no existe relación entre las vacunas y el aumento del número de diagnósticos de trastornos autistas. Desde principios de la década de 2000, se han realizado más de 20 encuestas en todo el mundo, con diferentes metodologías y grupos de población.

Sin embargo, la evidencia científica sigue siendo necesaria para combatir la ola de desinformación presente en la sociedad, que propaga la falsa interpretación de que vacunar a los niños conduce al desarrollo del trastorno del espectro autista.

La confusión entre vacuna y autismo comenzó en 1998, cuando la revista científica Lancet publicó un artículo del investigador inglés Andrew Wakefield describiendo el caso de 12 niños que habrían desarrollado autismo después de recibir la vacuna triple (MMR, en inglés). El estudio sirvió de base para el discurso contra la vacunación, y se difundió por todo el mundo.

Poco después de la publicación, las tasas de vacunación en Europa y EE.UU. comenzaron a registrar caídas anuales, y los brotes de sarampión (una enfermedad que estuvo bajo control hasta principios de la década de 1999) volvieron a ser comunes, como la epidemia en Europa en 2017.

Las vacunas salvan de 2 a 3 millones de vidas al año en todo el mundo

En 2010, el British General Medical Council revocó la licencia médica a Wakefield, basándose en acusaciones de fraude en la evidencia de su investigación. La revista Lancet también se retractó, eliminando el artículo de su colección.

Además de las decenas de estudios que desacreditan la relación entre las vacunas y el autismo, también pesa sobre Wakefield la sospecha de que había patentado una vacuna contra el sarampión para competir contra el triple viral, lo que sería un conflicto de intereses.

La nube de sospecha que suscitó este caso aún resuena hoy en día

En todo el mundo, es posible encontrar grupos de discusión de padres que propagan la idea de que la vacunación no es necesaria ni beneficiosa. Pero es importante recordar que las vacunas salvan de 2 a 3 millones de vidas cada año en todo el mundo (datos de la Organización Mundial de la Salud y UNICEF), y que los posibles efectos adversos de las vacunas no son mayores que los daños causados por enfermedades.

El sarampión, por ejemplo, es una enfermedad de alta mortalidad con consecuencias muy graves, como ceguera y sordera. Una persona infectada puede infectar has a diez más. Si hoy en día es poco común encontrar personas que padecen sarampión, es precisamente porque las vacunas han protegido a la población de los efectos nocivos de esta enfermedad. La prevención es un esfuerzo continuo que debe renovarse con cada nueva generación.

Las vacunas no causan autismo